En más
del 40 % de las familias españolas existe poca o nula comunicación
entre sus miembros, según se desprende de un reciente estudio titulado
"Jóvenes y valores, la clave para la sociedad del futuro”,
obra de un grupo de expertos entre los que destaca Javier Elzo, sociólogo
y autor de diversos estudios sobre la juventud española, Carles Feixa, profesor de Antropología Social
de la Universidad de Lleida, y Esther Giménez-Salinas, rectora de la
Universidad Ramón Llull.
Las
aportaciones de esta obra se sitúan en línea con otros estudios previos
que han incidido en la importancia del papel de la familia en la socialización
de los niños y jóvenes, y en las consecuencias que se derivan cuando
por parte de muchas familias se produce desinterés o poca implicación
en su papel educador.
Así,
el estudio “Jóvenes y religión”, publicado en 2004, pero
aún de actualidad en cuanto a sus datos y conclusiones, indicaba que
se ha producido en España una fuerte
quiebra de la socialización religiosa familiar; apenas se trasmiten
a los hijos actitudes, creencias y valores religiosos. No pocos padres
españoles, quizás más de la mitad, transmiten hoy a sus hijos la
indiferencia religiosa, si no la irreligión. Esta socialización religiosa
de índole negativa no es contrarrestada o compensada por la socialización
recibida en la escuela, o incluso en los centros de la Iglesia. Los
MCS no sirven de contrapeso, sino que acentúan la irrelevancia de la
religión y la imagen negativa de la Iglesia Católica.
En una
sociedad cambiante,
abierta y competitiva como la actual, el papel de los padres es fundamental
en la educación de los hijos. Observan diversos estudios sociológicos
recientes que la familia es la fuente de información y de opinión
más valorada por los jóvenes para situarse e interpretar el mundo.
En 1999, el 53% de los jóvenes participaban de esta opinión. En 2005
el porcentaje se mantiene levemente inferior (51%), aunque supone el
98% de los jóvenes quienes consideran la familia “muy” o “bastante”
importante en su vida. El 66% de los jóvenes reconocen el papel desempeñado
por su familia en la génesis de su postura religiosa actual. Este dato
acentúa la necesidad de intervenir para cualificar el papel de la familia
e insistir en la importancia de ofrecer vías que ayuden al desempeño
de sus funciones.
El
profesor Elzo explica en el citado
estudio "Jóvenes y valores, la clave para la sociedad del futuro" que los padres deben actuar para
que sus hijos "sean psicológicamente equilibrados, social y culturalmente
insertados, éticamente responsables, capacitados para construir su
futuro, dueños de sus vidas, actores y no meros espectadores, agentes
activos y constructores de su destino".
En
su trabajo, el sociólogo apunta cuatro modelos de familia: sobreproteccionista,
que mima a los hijos en exceso; conflictiva, que alcanza un 15%
de las familias y es donde aparecen las tasas más altas de fracaso
escolar; nominal, donde se da poca o nula comunicación; y de
convivencia, que supone el 20% del total y en la que se revisan
las responsabilidades de sus miembros adaptándose a las necesidades
de autonomía de sus hijos.
Dicha
tipología enlaza con aportaciones presentadas en estudios previos.
Así “Jóvenes 2000 y religión” ofrece una clasificación
de las familias en función de la implicación de las mismas en la socialización
religiosa de los hijos.
a) Socialización
cero (casi un tercio de los jóvenes están integrados en este tipo
de familia): ambientes familiares sin presencia de lo religioso, donde
no se transmite la fe porque no se tiene, hogares de clase media, que
viven este hecho con naturalidad, sin etiquetamiento social alguno y
sin costes aparentes. Los jóvenes no reciben formación religiosa,
y si la han tenido en la escuela ha sido Asoportada@ con nula repercusión práctica en sus vidas.
Pasan de lo religioso. Pero sí se plantean problemas sobre el sentido
de la vida, la muerte, el dolor, y otros... pero o bien dejan aparcada
la búsqueda de respuestas o indagan por vías filosóficas, psicosociales...
La primera conclusión:
se trata de familias en las que prima una carencia de transmisión de
valores que genera jóvenes autoapartados.
b) Socialización
fuerte (afecta a un 12-15 % de jóvenes): se trata de ambientes
familiares donde lo religioso-confesional está muy presente y donde
la transmisión de las creencias se considera una parte importante de
las funciones familiares. Los jóvenes reciben una formación religiosa
seria y completa que incluye vivencias y prácticas. No sólo se les
transmiten ideas o creencias, sino actitudes y conductas coherentes
con la fe profesada. Son jóvenes radicales y firmes en sus posturas,
pero menos practicantes o débiles y tibios en sus actitudes religiosas.
Se distancian del conjunto social más amplio. Conclusión: socialización
fuerte que puede llevar a posturas radicales en lo religioso.
c) Socialización
débil (sector mayoritario de las familias): viven en un clima de
cierta presencia de componentes religiosos, donde el catolicismo no
está ausente. Pero es un ambiente débil por sus contenidos, por el
nivel mediocre de su calidad y por la muy escasa participación y comunicación.
Es una religiosidad muy poca ilustrada, con prácticas esporádicas
con sentido más social (bodas, funerales...) Este tipo de socialización
no prepara a los jóvenes para resistir los envites que les plantea
un mundo social exterior más amplio. La conclusión es: transmisión
religiosa débil que conduce al relativismo y la indiferencia.
Estos datos confirman
otra aportación del estudio: para casi la mitad de los jóvenes la
formación práctica de lo religioso está casi ausente en la vida familiar;
hay poca presencia y práctica religiosa y para la mayoría las celebraciones
religiosas o el tratar estos temas es algo poco frecuente. Es muy escasa
la ilustración religiosa y tampoco parece que la religión sea objeto
de diálogo en el seno familiar.
Señala el mismo estudio
algunas causas que pueden explicar esta realidad:
B Los padres no son creyentes o lo son sólo de
nombre
B No se transmite la religión porque no se tiene
ni se valora; no se pasa a otros aquello en que no se cree.
B No vale la pena deteriorar las relaciones en
el seno de la familia por discrepancias en cuestiones religiosas
B Cansancio de lo que representa la religión
y se prescinde de ella
B No hay voluntad de hacer el esfuerzo que exigiría
transmitir activamente lo religioso
B Hay quienes opinan que la familia no debe inculcar
valores
De esto se siguen dos
consecuencias:
B La socialización religiosa es un proceso muy
limitado, de baja intensidad y poca calidad en el que hay poca implicación
de los adultos;
B Estas formas de socializar (o no) están produciendo
una diferenciación entre los jóvenes que se proyecta en otras dimensiones
sociales.
Podemos
valorar si siguen siendo válidas estas aportaciones
El
estudio “Jóvenes españoles 2005”, de publicación aún
reciente, dedica un capítulo a analizar los datos en torno a la relación
familia y jóvenes. En las conclusiones del estudio se ofrecen interesantes
reflexiones en torno al papel actual de la familia en las sociedades
modernas. Ofrecemos algunos apuntes.
Señala en primer lugar,
algunos factores que explican los cambios que se están produciendo
en el interior de la familia:
- el relativismo valorativo,
- el pluralismo ideológico,
- la sacralización laica de
la individualidad,
- la democratización de las
relaciones.
La
familia es la institución más y mejor valorada en España y los países
de nuestro contexto europeo-occidental. Pero está cambiando “por
dentro” de manera que si externamente se mantiene y valora no es la
misma de hace varias décadas. Es cada vez más una institución “concha”
que tiene igual apariencia externa pero diferente contenido y funcionamiento.
Básicamente
mantiene unas características propias:
- relaciones primarias “cara
a cara”,
- residencia compartida,
- cooperación económica,
- reproducción y cuidado de
los hijos.
En
su evolución va siendo cada vez
- menos normativa,
- con un mayor grado de democratización
del poder,
- va aceptando una mayor
pluralidad de tipos de familia,
- y es más igualitaria
en la distribución de papeles domésticos.
Mayoritariamente,
en España sigue permaneciendo como monógama, formada por pareja
heterosexual; neolocal (se ubica en un lugar diferente al paternal
de origen), equipotestal (el poder es compartido por todos los
miembros aunque sea en niveles diferentes), exogámica (los cónyuges
proceden de grupos sociales diferentes) y nuclear (centrada en
los miembros propios, padres e hijos, e independiente de la gran red
familiar extensa, aunque relacionada con ella, sin que ello suponga
influencia en sus decisiones fundamentales).
Las
bases del poder han ido variando: decrecen las bases coercitiva (poder
fundado en la fuerza), normativa (poder fundado en los derechos otorgados
socialmente) y sancionadora; se han ido reforzando las bases identificativa
(la atracción y apoyo mutuo), persuasiva (capacidad de razonar y convencer)
y la competencial (capacidad para resolver problemas). Poco a poco,
la familia de tipo autoritario con una clara segmentación de papeles
y normativista va cambiando a un tipo de familia más consensual, con
mayores niveles de interacción y con una significación mayor de acogimiento
e identificación.
Se
constata entre los jóvenes un pluralismo en las apreciaciones de lo
que constituye hoy una familia, aunque predomina la concepción del
hogar constituido por un padre y una madre con algún hijo, pero esta
visión no es ya la única.
El
concepto de familia, su composición, los tipos de uniones y la manera
de pasar de la familia de origen a la familia de procreación ya no
se presentan tan claros, lineales u homogéneos como lo fueron hace
pocas décadas, pero tampoco han surgido alternativas aceptables mayoritariamente
a todo lo que había anteriormente.
La
familia se va convirtiendo sobre todo en un lugar de acogida afectiva,
identificación personal, apoyatura de confort, cede como institución
normativa, jerarquizada y diferenciada en sus roles por el género de
sus miembros.
Las
familias se van diversificando, democratizándose lentamente en su interior;
individualizándose internamente; haciéndose más abiertas y permeables
en hacerse y deshacerse; más plurales en formas y menos estables en
su duración.
En
general los jóvenes de hoy y las propias familias se encuentran inmersos
en una sociedad donde los cambios de valores familiares están muy relacionados
con otros cambios demográficos más generales y con los cambios que
también se producen en el seno de la misma institución familiar, todos
ellos ubicados en unos parámetros culturales cada vez más relativizados.
En
el mismo seno familiar se toleran formas más plurales de forjar las
identidades personales y se van desarrollando lentamente nuevas distribuciones
del poder o de las funciones domésticas. La valoración de la institución
familiar sigue siendo alta, así como la satisfacción por la convivencia
familiar y las buenas relaciones internas y todo ello se hace compatible
con una desinstitucionalización interna que facilite libertades personales
y tolerancias más amplias.
Persiste
un alto grado de satisfacción de los miembros con su propia familia
acogedora, identificadora y protectora, a la vez que es menos normativa
e ideológica; política, social y religiosamente también menos determinante.
Ante
la situación reflejada en estas reflexiones el reciente estudio
"Jóvenes y valores, la clave para la sociedad del futuro",
intenta ofrecer algunas claves de actuación que revitalicen el papel
de la familia. Así incide en la
obligación de los padres para encontrar espacios de comunicación familiar,
en los que se debe huir de la banalidad y profundizar en temas u opiniones
personales. Para generar este espacio de comunicación, el autor sugiere
momentos de tranquilidad que se puedan repetir con asiduidad, como los
viajes en familia o las sobremesas en fin de semana, entre otros.
Por último,
la también autora del libro Esther Giménez-Salinas, rectora de la
Universidad Ramón Llull, centra su exposición en la importancia que
ha adquirido la formación en los jóvenes y en el cambio docente que
supone pasar de la transmisión de conocimientos a desarrollar competencias
que los estudiantes deben adquirir para su progresión profesional.
Giménez-Salinas exige a los educadores una nueva visión ante los jóvenes,
que les permita recrear sus valores, "una recreación -sostiene-
que no supone inventar, ni destruir lo antiguo, sino que es volver a
crear, permitir el renacer, insuflar vivacidad".
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