Ya se van acercando las fechas de la Primeras Comuniones. Durante, al menos, dos años de preparación, los niños se han ido formando poco a poco en los fundamentos de la fe o iniciación cristiana –iniciación que se completará con el sacramento de la Confirmación-.
Este proceso puede resultar largo, pero no menos enriquecedor, tanto para la vida de fe del niño, como para la familia que lo acompaña y la Comunidad Cristiana que lo acoge.
Si con la Primera Comunión de su hijo, los padres tienen como menta cumplir compromisos sociales, ciertamente que este tiempo de preparación resultará una carga pesada de la que están deseando "liberarse" lo antes posible. En cambio, los padres que tienen como meta el que su hijo crezca no sólo en estatura, sino también "en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres", aprecian este tiempo y lo estiman necesario para que la "semilla" que se plantó en su bautismo empiece a dar sus frutos, tales como: el descubrir que la vida es un regalo de un Dios Padre, que nos la da por amor y para amar; el conocer a Jesús, ese Dios cercano, hecho hombre que nos dice cuánto nos quiere, en la cruz; el descubrir que la eucaristía es el "sello" de este amor ; el vivir la alegría del perdón y el ser capaz de perdonar a los demás ...
Naturalmente, todas estas vivencias no se pueden "conocer" en un mes, ni en dos, ni en un año, ni en.... Es en toda una vida. De ahí, que el acompañamiento, en este caso, a los niños, sea vital para no ahogar el amor que Dios quiere manifestar en ellos.
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